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lunes, 19 de marzo de 2012

Feliz Día, Papá






Esta es una de las muchas canciones (la que mejor se grabó en mi memoria, recordando incluso la letra después de tantos y tantos años sin volver a escucharla) que mi Papá, el Papá de esa niña que vive dentro de mí y también de la adulta que hoy escribe, me cantaba una y otra vez, desde que apenas era un bebé, con una sonrisa en los labios y dulzura emocionada en su mirada.

En mi recuerdo difuminado por el paso del tiempo, el paso de las experiencias y de los diferentes sentimientos encontrados, aparece mi Papá arrullándome, meciéndome en sus brazos mientras me deleitaba con esta melodía y letra.  Recuerdo esa sensación de infinita seguridad, el amor incondicional que me llegaba en esos momentos, una ternura desmesurada en cada sílaba y nota musical que iba surgiendo de su garganta.  Recuerdo sus ojos chispeantes (que, a pesar de haber envejecido, aún conserva), su alegría incombustible, su eterno buen sentido del humor y la increíble diversión que transmitía siempre.  Apenas guardo recuerdos en los que se mostrase enfadado, y mucho menos conmigo.  Los recuerdo a ellos, Papá y Mamá, como los mejores guías en el mundo de esa niña pequeñita que crecía verdaderamente alegre, libre y arropada por unos progenitores afortunadamente afectuosos, pacíficos y atentos.  Papás que bebían los vientos por su nena y que permitieron que mis primeros años fueran felices, plenos y despiertos.

En la actualidad, después de pasar por tantas y distintas etapas, no tengo sino agradecimiento hacia ambos, hoy especialmente hacia mi Papá (sobre todo, a aquel Papá de antaño) por ser su día.  Porque, a pesar de los acontecimientos posteriores y de que el mundo de esa niña cambiara radicalmente, nunca voy a tener corazón suficiente para devolverle todo el amor con el que crecí alegremente a su lado durante ese tiempo, mientras estuvo.  Porque, ocurriese lo que ocurriese (y ocurra lo que ocurra en adelante), esos mis primeros años estuvieron repletos de sonrisas, besos, abrazos, apego, bellos gestos, atención, brazos, comprensión, diversión, canciones e ilusión hacia la vida.  Porque (gracias, gracias y mil gracias) tanto él como mi Mamá decidieron criarme desde el AMOR.  Porque ellos, que como todos los padres estaban aprendiendo a serlo, me permitieron conocer y jugar con sus respectivos niños interiores.

Este es el homenaje que, en el día de hoy, hago a mi Papá de aquellos años y también al Papá que es hoy, ahora que he aprendido a perdonarle por no haber sido después el Papá que yo esperaba, por haber cometido errores, por estar muy lejos de ser perfecto e incluso por algún "azote en el culo" que -sin justificarle- soy consciente que se le escapó cuando no sabía bien qué hacer y recurría a los patrones de su propia infancia (afortunadamente, esto sólo sucedió en alguna ocasión excepcional.  Mi casa -como leí en algún blog vecino por ahí una vez- nunca fue un cuartel).

Porque esa etapa de mi vida nadie me la va a arrebatar jamás.  Porque fue real y auténtica, y quizás la más importante de mi vida.  Por eso, no puedo dejar de emocionarme cuando la recuerdo desde el fondo de mi alma, sin distanciarme, cuando la niña que llevo dentro resucita dentro de mí, cuando escucho de nuevo estas canciones y visualizo de nuevo esas imágenes vivas y rebosantes de color y fuerza. 

Mi Papá en mis primeros años... mi Papá y mi Mamá en mis primeros años, esos seres que me hicieron el regalo más bello y valioso (además del regalo de la vida misma, que no es poco) que he recibido en estas treinta primaveras de existencia.  Un regalo que late en mi recuerdo y que llevaré conmigo mientras siga transitando por este mundo...  y que espero ser capaz de devolver también a mis propios hijos el día en que me transforme, a su vez, en una Mamá: el regalo amoroso en la época crucial en la que más lo necesitaba.

Hoy se la devuelvo a él, con una sonrisa empañada, como parte de mi pequeño homenaje:


"Estas son las Mañanitas
que cantaba el Rey David.
Hoy, por ser día de tu santo,
te las cantamos a ti.

Despierta, mi bien, despierta;
mira que ya amaneció.
Ya los pajaritos cantan,
la Luna ya se metió.

Qué linda está la mañana
cuando vengo a saludarte.
Venimos todos con gusto
y placer al felicitarte.

El día en que tú naciste
nacieron todas las flores
y en la pila del bautismo
cantaron los ruiseñores..."

2 comentarios:

  1. Jo, que lindo. Me he emocionado. Que bonito ejemplo y homenaje. Estas palabras deberían difundirse mucho. Esto es lo correcto, lo que debe ser. Así deberían sentir todos los niños del mundo, esto deberían tener todos los niños. Es precioso. Si un día tienes algún niño o a algún adulto que no vivió esto y no sabe lo que un niño debe ir sintiendo para formarse su desarrollo tú estarás perfectamente cualificada para enseñarle. :) Felicidades. Sigo leyendo tu blog, me encanta.

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    1. BoliBiCristal, muchísimas gracias por esas cosas tan bonitas que dices, en este y en el resto de comentarios. Me quedo muy contenta de que te haya emocionado leerme, y añadir que yo también me he emocionado con tus preciosas palabras.

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