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lunes, 19 de marzo de 2012

Feliz Día, Papá

2 comentarios:





Esta es una de las muchas canciones (la que mejor se grabó en mi memoria, recordando incluso la letra después de tantos y tantos años sin volver a escucharla) que mi Papá, el Papá de esa niña que vive dentro de mí y también de la adulta que hoy escribe, me cantaba una y otra vez, desde que apenas era un bebé, con una sonrisa en los labios y dulzura emocionada en su mirada.
viernes, 16 de marzo de 2012

Parar, verse, sentirse

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Vivimos en una espiral huracanada que nos empuja a la actividad y al movimiento exacerbado y continuo: a hacer, a consumir, a no "perder el tiempo".  No es fácil realizar el ejercicio de parar un poco, respirar hondo, despojarse de juicios y reconocerse: qué me está pasando, dónde estoy, en qué punto me encuentro en este momento, cómo me hace sentir eso.

Es, tristemente, mucho más común escuchar "¿qué haces?" en lugar de "¿cómo estás?".  Nosotros mismos nos confundimos con nuestro disfraz.  Nos vemos y vemos a los demás a través de "lo que hacemos", "lo que decimos", "lo que pensamos".  Nos creemos que somos "médicos" porque hemos estudiado Medicina.  Y, una cosa viene de la mano de la otra, nos creemos -y creemos a los otros- listos, competentes, "buenas o malas" personas, triunfadores, perdedores.  También es común sumergirse en el mundo de los otros, verlos y escucharlos (o creer que lo hacemos) pero mucho más difícil verse y escucharse a uno mismo.  Cuando nos atrevemos a hacerlo, nos encontramos en un camino interminable, descubriendo que ese disfraz es más grande y pesado de lo que hasta ahora creíamos.  Un disfraz pegado a nuestro cuerpo desde hace tantos años...  Cuesta mucho quitarse la peluca, la corbata, la nariz de payaso, porque uno se da cuenta de que siempre existen accesorios que desconocíamos, y que van apareciendo de la nada al despojarnos de los anteriores.  Quitamos los accesorios de "lo que hago, lo que digo, lo que pienso". Es infinitamente complicado llegar a desnudarse completamente.  Un trabajo de toda una vida, quizás.  Es evidente que nuestra desnudez lo que nos muestra es nuestro corazón, sin más, sin complementos.

Escribir es una de las maneras de buscarse, aunque uno no sepa realmente que en el fondo se está buscando.  El arte, en cualquiera de sus modalidades, es un acto mágico y sagrado que nos acerca al corazón de la cebolla, a nuestra propia desnudez; un ejercicio que nos permite reconocernos, sentirnos, percibir e intuir eso tan abstracto que se halla en lo más profundo de nosotros; nuestra esencia.

A lo largo de los últimos años (y, para mí, es el gran descubrimiento de mi vida hasta la fecha) ha cobrado vital importancia sentirme.  Aunque a veces me cuesta horrores parar y hacerlo.  Reconocerme como un misterioso pozo de agua limpia, turbia en otras ocasiones, realizar cotidianamente la tarea de asomarme y remover el agua estancada.  Poner conciencia al observarme reflejada en otros estanques, similares o totalmente diferentes.  Comprender que en todo pozo hay agua, y que cuanto más se indaga en ellos, más sorprendentes son los hallazgos.

Creo que este es un camino que nunca acaba.  Al fin y al cabo, vamos alimentándonos de experiencias y vivencias a lo largo de la vida.  El mundo es el que percibimos antaño, el que percibimos en la actualidad, y también el que percibiremos en un futuro.  El agua se irá transformando... pero cuanto más la miremos, cuanto más pendientes estemos de cuidarla, más limpia y cristalina se hará a nuestros ojos.  Para mí, es muy importante conocer qué ocurre en mi pozo... pues es el alimento que ofreceré a los míos, el que regalaré al mundo.  Es mi pequeño granito de arena en el camino hacia la supervivencia de la humanidad, hacia la construcción de un mundo nuevo, hacia el verdadero "sentido" de las cosas.




 
 
 
 
 

Poema

4 comentarios:




En mi vuelo, contemplo un camino
serpenteante, que desemboca en el mar.
Navegué a través de los ríos
caudalosos del tiempo y del azar.

Dicha vaporosa, histriónica carcajada,
lágrima emocionada, o silencio, o bien paz
desde el caballo que conduzco a horcajadas.
Un suspiro intenso en este pueblo estelar.

Desde el cielo, observo el camino
cuando mis alas me permiten volar.
La lluvia borra mis huellas, como el niño
que, al crecer, olvidó recordar.

Verborrea estrepitosa,
serpentina desmedida,
serpiente comedida,
explosión de energía.
Universo que abrazo,
Universo encantado,
secretos bien guardados
en el corazón humano.

Desde el cielo, contemplo el camino
que, al nacer, emprendí.  Quiero andar.
Mis huellas confirman este destino
que compongo al decidir no olvidar.

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