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domingo, 20 de enero de 2013

Homenaje a los Hermanos Grimm en el bicentenario de sus cuentos


El pasado 20 de Diciembre se celebraba el bicentenario de la publicación de la primera edición de la famosa antología de relatos "Cuentos para la Infancia y el hogar"  de los hermanos Grimm, antología compuesta por leyendas del folclore germano que los hermanos se dedicaron durante muchos años a recopilar de la tradición oral del pueblo, recogiendo los relatos que las familias, a lo largo de los siglos, se habían ido contando de generación en generación..

Fue más adelante cuando, por exigencia de sus lectores, les surgió la tarea de reelaboración de esos textos compilados con el fin de adaptarlos a la forma de cuento literario, sobre todo para suavizar los elementos excesivamente crudos que contenían esos relatos.  Y así es como, edición tras edición, revisión tras revisión, fueron llegando a nuestros días esas fantásticas 210 narraciones fruto de la sabiduría, experiencia e imaginación popular de la idiosincrasia alemana.

No podía, pues, obviar este bicentenario sin dedicarle en este blog mi pequeño homenaje, ya que gracias a esa labor de investigación, compilación y adaptación de esos textos, muchos otros niños -pequeños y grandes- del resto del mundo también pudimos disfrutarlos. 


Primer volumen de los tres tomos que componen esta obra y que yo guardo como un tesoro, al igual que el segundo volumen (el único que nunca encontré fue el tercero...).


Y es que lo que era sólo parte de la cultura popular germana, acabó extendiéndose y confundiéndose con una cultura popular sin fronteras para niños de diferentes generaciones que crecimos con estos, entre otros cuentos, ya vinculados para siempre a nuestros recuerdos y sensaciones infantiles:  Caperucita Roja,  Los músicos de Bremen, Pulgarcito, La Bella Durmiente, Hansel y Gretel, Blancanieves y los siete enanitos o La Cenicienta, por poner sólo los ejemplos más conocidos, nos han acompañado en nuestro crecimiento y continúan acompañando a niños de todo el mundo, no sólo a través de otras diferentes ediciones de cuentos y libros para niños, sino también mediante el boca a boca de nuestros propios familiares... y esto es lo que a mí me resulta más enriquecedor y asombroso. Mención aparte merecen las diferentes adaptaciones cinematográficas de estas historias (todos recordamos, especialmente, las de Disney).

Yo me recuerdo sobrecogida ante la lectura de estos cuentos, de los que pude disfrutar en formato de papel y también vía verbal a través de los labios de mis papás y familiares (con especial cariño me acuerdo de Pulgarcito, que creo que fue de los primeros cuentos que me contaban mis papás, día sí y día también, acompañado de una banda sonora muy especial que salía de sus gargantas y cuya melodía sigue resonando perfectamente en mi interior: "Pachín, pachín, pachín... ¡a Garbancito no piséis!.  Pachín, pachín, pachín... ¡mucho cuidado con lo que hacéis!". ). 

De la Blancanieves original (pues también me gustó mucho la versión de Disney) recuerdo la impresión que me causaba la insistencia de la malvada reina, que acudía varias a veces a casa de los enanitos para intentar lograr la muerte de Blancanieves en lugar de una sola vez como en la peli.  Y, sobre todo, recuerdo mi asombro de niña al imaginar los zapatos incandescentes de hierro con los que obligaban a bailar a la Reina mala hasta la muerte. 

De El enebro, me acuerdo de las maldades de otra horrible madrastra y la magia del árbol y del pajarito. 

De Hansel y Gretel me encantaba la imagen de los guijarros que brillaban como la plata, en mitad de la noche y bajo la Luna, para indicar a los niños el camino de regreso a casa. 

De El abuelo y el nieto, no se me ha olvidado esa historia sobre la crueldad adulta y una posterior lección infantil a aquella. 

La Cenicienta para mí ya era otra historia: al igua que las versiones Disney de Blancanieves o de la Bella Durmiente consiguieron emocionarme a pesar de las diferencias, la historia de La Cenicienta original no tiene comparación y yo la siento mil veces superior a la otra por algunos pequeños detalles que la hacían tan especial en mi imaginación.  Y aunque la verdadera Cenicienta no tenía hada madrina, por ejemplo, sí que visitaba constantemente la tumba de su madre... y en el escenario original del cuento aparecía un tímido brote de avellano que se convertiría en el árbol en el que se posaba el pajarillo que hacía las veces de hada... y las malas del cuento, mezclaban lentejas con la ceniza que la pobre Cenicienta tenía que separar... y las hermanastras se producían diferentes mutilaciones en su propio cuerpo hasta el final, y todo por la ambición de conseguir al príncipe...  Pues eso: para mí, no hay color. 

De Un perro y un gato haciendo vida en común recuerdo con placer la imagen del apetitoso puchero de manteca, más que el conflicto en sí entre el perro y el gato tramposo. 

De El lobo y los siete cabritillos, cuento que recuerdo también de los primeros en llegarme en palabras gracias a mi yaya materna, me vienen las piedras en el estómago y las diferentes cirugías que se llevaban a cabo sin contemplaciones en este tipo de relatos (como en el de Caperucita) y que yo visualizaba en mis imágenes mentales con atracción y sorpresa. 

Y luego están mis tres preferidos de los Hermanos Grimm:  Las tres hilanderas, que cuando después lo analizas no es que sea gran cosa o de los mejores, pero que yo adoro debido a mis sobrecogedoras sensaciones infantiles -que revivo cada vez que imagino o releo este cuento- que me generaba visualizar las deformidades del pie, el labio y el dedo pulgar de aquellas señoras hilanderas.
Con El enano saltarín me ocurre un poco de lo mismo: no es la historia en sí lo que se moviliza en mí, sino el eco de cómo resonaban esas palabras al transformarse en imágenes en mi memoria: la rueca, la pobre bella muchacha encerrada, el difícil nombre del enano saltarín. 
Y Verdenzuela (más conocida como Rapunzel), historia cuyo comienzo me tenía fascinada: el antojo de la madre embarazada, la tremenda lucha del padre y el chantaje de la bruja mala.  Y, por supuesto, la larga cabellera de la protagonista que además resultaba ser tan práctica. 

Creo recordar que estos dos últimos cuentos fueron de los primeros que tuve en formato físico... adaptados a una edad muy temprana, repletos de dibujos.  Creo que fueron, al menos uno de ellos, de los primeros que me leyó mi mamá por las noches en la cama para mi deleite.  Éstos cuentos de los hermanos Grimm y también el resto, más adelante, fueron parte de los muchos responsables de que se avivara mi imaginación y curiosidad por continuar descubriendo esos otros mundos que ya intuía que podían ofrecerme esos objetos (aparentemente fríos pero que, no mucho más tarde, dormirían en mi abrazo, entre mis mantas) que los mayores llamaban "libros".


                                                                               

4 comentarios:

¿Tiene el niño que llevas dentro algo que comentar?

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