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sábado, 26 de enero de 2013

Cuentos de Flores (II) - El director de la fábrica

 
 
Cuentos que escribía la niña que un día fui. Cuentos de Flores (II):



Ese día pasaba algo: las flores y las plantas lo notaron en el aire... fueron las primeras en darse cuenta de que no iba a suceder nada bueno.  Discutían entre sí y no se ponían de acuerdo:
 

-          Por favor, Señor Jazmín. – Decía Aloe – Debemos avisarlos.

-          ¿De qué nos vale avisar a los animales? – Gruñía Jazmín – No nos van a servir de ninguna ayuda.  Margarita, ¿tú qué opinas?

-          Opino que Aloe tiene razón: es mejor que se enteren los árboles, los animales... ¡y que pensemos entre todos!.

-          Sí. Juntos, podemos hacer la fuerza.– El Lirio se metió en la conversación.  El viejo Roble, árbol de pocas palabras, asintió largamente, al fondo.

-          Está bien.  Votemos. – Propuso Azahar.  Y así lo hicieron.  Por mayoría debían avisar a todos los seres que habitaban el bosque.  Así que cuando la mariposa Mari-Rosa se posó en la señora Amapola, ésta le dijo:

-          Querida Mari Rosa, por favor, ayuda a difundir la voz: un peligro se acerca.

-          No te preocupes, Amapola. – Le respondió dulcemente Mari-Rosa – Nosotros, los animales, ya lo habíamos intuido también. 
 
-     ¡Mirad todos… ahí está el peligro! – Gritó Ardilla, posada sobre la rama más alta de Pino, el árbol más frecuentado por los animales saltarines y voladores gracias a su agradable olor.


El peligro consistía en tres hombres que se acercaban, poquito a poquito, como a cámara lenta, hacia ellos.  Todos vestidos con corbata y gafas de sol, muy serios, y caminando como robots, moviéndose despacio y torpemente.  Llevaban carpetas y bolígrafo, en los cuales no paraban de anotar:
 
 
-      Ajá. - Decía uno.
 
-      Mmmmmm.  - Mascullaba otro.
 
-      Sí, sí, sí... - Agregaba el tercero.
 
 
Y silencio.  Eso sí, a pesar de que casi no hablaban, observaban todo a su alrededor con frialdad.
 

-        ´Habrá que pedir la autorización. - Dijo de pronto el primero, rompiendo el silencio.
 
-     Exacto.  -  Casi escupió el segundo.
 
-     Este lugar será perfecto para poner nuestra nueva fábrica.-  Sonrió el tercero.
 
-     Aunque haya que acabar con este bonito paisaje. - Agregó el primero, pero por su tono de voz no parecía importarle demasiado.
 
-     Los paisajes bonitos no dan dinero, Antonio. - Soltó una carcajada otro de ellos.
 

Y de nuevo, silencio.  Las flores, los árboles, los insectos, los animales, todos contenían la respiración, escuchándolos, cada vez más horrorizados, viéndolos escribir cada vez más y más cosas en sus papeles.

En ese justo momento, llegó el director de la fábrica (sabemos que era el director de la fábrica porque los tres señores se pusieron nerviosos y uno de ellos susurró a los otros, dando un codazo al que tenía más cerca... "¡Ssshhhh... aquí llega el director..."!).
 
El director era un señor también trajeado, aunque llevaba el nudo de la corbata algo deshecho.  Caminaba por el bosque distraído.  No dijo nada hasta que llegó al lado de los señores.  Entonces, exclamó, perplejo:
 

-          ¡Pero... qué colorido!. Pero ¿quién ha sido el bestia que quería poner aquí nuestra fábrica?.
 
 
Los tres señores de corbata se miraron asustados, dudaron un segundo, y se señalaron los unos a los otros con el dedo.  El director de la fábrica les ordenó:
 
 
-      ¡A la oficina a trabajar!.  Os invitaría a quedaros conmigo en este pequeño paraíso el resto del día, pero ya me habéis demostrado que no sabéis disfrutarlo, así que... ¡a buscar un sitio en condiciones para la fábrica, pero donde no se destruya la vida!.  ¡No os merecéis esto si no lo valoráis!.
 
 
 Los tres señores se fueron de allí con su paso robótico, cabizbajos.  El director de la fábrica cerró los ojos, se tumbó cómodamente sobre la hierba, y se echó una siestecita bajo la mejor sombra que el señor Pino se esforzó en hacerle, al mismo tiempo que las flores exhalaban su mejor fragancia como agradecimiento, y los pájaros se esforzaban por dedicarle el canto más afinado y hermoso que jamás hubiera salido de sus gargantas.


 
 

4 comentarios:

  1. Muchas gracias guapaaaa!!! Tu si que eres estupenda !!! Me ha encantado el cuento.
    Un besico,
    Kusita

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  2. Un cuento muy bonito la pena es que creo que ningún director de fábrica sea capaz de sentir la naturaleza de ese modo en un sitio donde pueda darle dinero. La cruda realidad no es tan bella. Una lástima.

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    Respuestas
    1. Tienes razón, Rebe, se nota que lo escribí cuando no levantaba un palmo del suelo de tanta inocencia que desborda, ¿eh?. Ojalá no nos sonase tan lejana e inverosímil la actitud del director de la fábrica... pero es lo que hay, y más en los tiempos que corren. A ver si, mediante la educación y crianza de las futuras generaciones, podemos hacer algo al respecto... darle la vuelta de nuevo a la tortilla, ¿te imaginas?. Un beso, gracias por pasarte

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