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miércoles, 20 de junio de 2012

Cuentos de Flores (I) - La Abeja Lucy



Cuentos que escribía la niña que un día fui.  Cuentos de Flores (I)



LA ABEJA LUCY



Lucy era una abeja que vivía en un jardín muy bien cuidado, con sus amigas las flores y los insectos.  Todos eran muy felices viviendo en el “Paraíso”, pues así llamaban al jardín. 

Un día, la abeja Reina tomó una decisión:

-         Puesto que cada vez somos menos abejas, ya que los niños nos matan sin piedad, lamento comunicaros que en vez de diez granitos de polen cada una, tendréis que coger quince al día.  Lo siento mucho, pero... o lo hacemos de esta manera, o llegará el día en que ya no podremos fabricar miel.


Las abejas estaban tristes: sobre todo, porque muchos de sus familiares y amigos habían sido asesinados en los últimos tiempos, pero también porque tenían que coger cinco granitos más al día cada una… ¡eso les supondría ir mucho más cansadas de lo que ya iban!  Pero no podían desobedecer a su abeja-reina.

Así que cada abeja se dispuso a recoger sus granitos de cada día.  Lucy, la abejita de la que antes os he hablado, también lo hizo.

-         Buenos días, preciosa Margarita.  ¿Puedo coger algún granito de polen tuyo, por favor? – Suplicaba.

-         Hola, Lucy.  Está bien, pero coge sólo dos granitos, que seguro que vienen más compañeras tuyas a pedirme lo mismo. – Contestaba Margarita, paciente.


Todos los insectos eran amables con las flores, y de esta manera, conseguían con esmero el polen que les faltaba hasta llegar a la cantidad diaria que necesitaban.  Lucy terminaba antes que las demás, pues ella era más amiga de las flores que el resto de las abejas.


-         ¡Qué bien! – Iba diciendo una mañana – Sólo me faltan dos granitos.  ¡Ya tengo trece!

Volando y cantando, llegó donde vivía la flor más generosa:

-         Buenos días, bella Rosa.  ¿Puedo coger un par de granitos de tu polen?

-         Coge los que quieras. – Sonrió Rosa.  Pero, de pronto, sus pétalos de un precioso color blanco, se tornaron grises, y Rosa avisó:

-         ¡Lucy, huye rápido! ¡Deprisa!

Pero la advertencia llegó demasiado tarde.  Lucy se vio envuelta en el pañuelo de Teresa, una niña presumida que vivía en la casa del “Paraíso” y que odiaba a los insectos, sobre todo a las abejas.

Teresa caminaba hacia la casa, con Lucy dentro de su pañuelo, que se revolvía nerviosa porque cada vez le costaba más respirar.  Teresa se reía, satisfecha, y murmuraba:

-         Abeja asquerosa… ¿quieres sabes lo que te va a suceder?.  Pues lo mismo que a tus hermanas: ¡morirás ahogada!.  Así, no picarás a nadie.

Mientras tanto, Rosa había avisado a todas las flores, y las flores a las abejas.  Las abejas, totalmente alarmadas, no sabían qué hacer.  Querían mucho a Lucy, pero estaban acostumbradas a que estas cosas ocurriesen.  No les quedaba otra que resignarse, pero Rudy, la hermana de Lucy, pensaba y pensaba...

-         He tenido una estupenda idea.- Dijo de pronto- Lucy no morirá como murieron las demás.  Sólo necesitamos la ayuda del granjero.


El granjero era el padre de Teresa y se ocupaba de cuidar la colmena y sacar la miel de ella.  Rudy explicó el plan al resto, y a todas les entusiasmó.

-         ¡Venga, vamos a hacerlo antes de que sea tarde! – Gritó Rudy.


Rápidamente, todas las abejas se fueron juntas a buscar al granjero, formando un bloque compacto.  El granjero, cuando vio a tantas abejas juntas que se dirigían hacia la casa, pensó:

-         Aquí ocurre algo raro… - Y corrió tras ellas.  Las abejas llevaron al granjero hasta el cuarto de Teresa, que estaba a punto de sumerger a Lucy en un barreño de agua.

-         ¡Teresa... no lo hagas, suéltala! – Gritó el padre, desde la puerta.

Teresa se asustó debido al tono de voz de su padre y rápidamente soltó a la abeja.  Ésta, aturdida, voló -haciendo eses- con sus compañeras hacia el jardín.

-         ¿Por qué, papá? – Preguntó Teresa, sorprendida – Si las abejas son malas... ¿o no recuerdas cuánto me dolió el día que me picó una de ellas?

-        No son malas... recuerda que gracias a ellas tenemos la miel que nos alimenta. Y,  sí... a veces pican, pero sólo cuando sienten miedo.  A veces, también las personas sentimos miedo y "picamos".  Las abejas son buenas, hija mía.

-         ¿Sí? – Quiso saber la pequeña - ¿Me contarás esta noche la historia de las abejas buenas, papi?

Al día siguiente, Teresa se acercó a la colmena de abejas y les dijo:

-         Ya sé que sois buenas.  Así que nunca más os haré daño.  Ni dejaré que otros niños os hagan daño.  Seré vuestra amiga y os cuidaré, porque me gusta mucho la miel.

Rudy y Lucy la escucharon, sonrieron, y a partir de ese momento todas las abejas vivieron en su colmena sin miedo.



2 comentarios:

¿Tiene el niño que llevas dentro algo que comentar?

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